En un seminario la semana pasada miré a la persona que estaba de pie junto a la puerta, con guantes y una máscara, sus ojos asustados se dirigían a la salida, claramente aterrorizada de que el coronavirus estuviera en camino hacia ella. Otros estaban charlando alegremente y estrechando la mano, completamente a gusto, creyendo que estaba sobrevalorado. Cuando hablé con la persona de la puerta, ella no podía entender cómo todos los demás estaban relajados, sentía que no estaban prestando atención a lo que realmente estaba sucediendo. Previó lo peor y no estaba durmiendo ni era capaz de concentrarse, estando abrumada por la ansiedad. Había llenado sus armarios con provisiones y anhelaba esconderse en su casa (búnker) hasta que el virus dejara de ser una amenaza. Probablemente había otras personas que se sentían ansiosas pero que se las arreglaban. Se sentía como un microcosmos de la diferente respuesta que cada uno de nosotros tiene a la creciente incertidumbre de los eventos globales que se transmiten en nuestras mentes a partir de las noticias actualizadas. El coronavirus es el punto de inflexión de años de incertidumbre de Brexit, los temores ecológicos del cambio climático intensificados recientemente por las implacables tormentas Atiyah, Brendan, Ciara y Dennis (que han sido catastróficas para los inundados) y, por supuesto, las sombrías previsiones económicas.
En el siglo XXI esperamos que la ciencia o la tecnología arreglen las cosas que nos ponen en peligro. Sin embargo, ahora existe la sensación de que se está produciendo un cambio que amenaza nuestra salud y nuestros medios de vida, y no tenemos ni los conocimientos ni los mecanismos para detenerlo. El desconocimiento induce niveles cada vez mayores de temor que pueden disparar el «miedo al miedo» y la creencia de que nadie tiene el control, más que los acontecimientos reales que suceden en la vida de las personas. La gravedad del impacto psicológico para cada persona dependerá de su historial de dificultades (cuanto más haya tenido, menos confianza tendrá en que todo irá bien), la seguridad económica, la resistencia emocional y la salud. Todos tenemos también un mecanismo natural para enfrentar el cambio Historia relacionada Cómo protegerse del Coronavirus
¿Qué podemos hacer para mantenernos mejor, suponiendo que no estemos en la categoría de mayor riesgo? En primer lugar, apagar o reducir esas noticias. Facebook reportó los resultados de un vasto experimento en el que manipuló información publicada en las páginas de inicio de 689.000 usuarios y encontró que podía hacer que la gente se sintiera más positiva o negativa a través de un proceso de «contagio emocional». Esta respuesta proviene de nuestros inicios evolutivos: hay una parte de nuestro cerebro que está constantemente en alerta para buscar el peligro – está ahí para protegernos – pero significa que tenemos un sesgo negativo para buscar cosas malas en lugar de buenas. Si esa parte del cerebro se activa, por ejemplo, al oír malas noticias, puede activar el sistema de lucha-vuelo-congelación, que nos impide ser capaces de pensar con claridad.
Necesitamos desarrollar formas de mediar eso con un «cerebro de sí» para que si escuchamos malas noticias no vayamos con nuestra primera reacción. Tómese tiempo para calmarse, respirar, pensar más profundamente, discutirlo con los demás y luego responder. El 80% de la toma de decisiones está influenciada por la emoción y nuestra experiencia previa. Cuanto más sabemos lo que pasa dentro de nosotros, mejor informadas están nuestras decisiones.
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¿Es más fácil decirlo que hacerlo? No.
Aquí hay una combinación de hábitos y actitudes que ayudan a calmar su ansiedad:
- Puede haber muchos mensajes conflictivos y confusos en tu mente. Una forma útil de averiguar lo que estás pensando es escribir un diario. Escribir lo que estás sintiendo, te permite comenzar a aclarar esa información y te permite encontrar el apoyo adecuado.
- El ejercicio cardiovascular es la vía rápida para desestresar tu cuerpo. Correr, caminar o cualquier deporte lo disminuye instantáneamente; después de hacer ejercicio, se le dice a nuestro cuerpo que no esté en alerta, estamos seguros, y libera el neurotransmisor de dopamina para sentirse bien.
- Siga el ejercicio con algo de relajación/meditación para ayudar a manejar su ansiedad. El ejercicio de respiración más simple es inspirar a la cuenta de cinco, mantenerla a la cuenta de cinco, espirar a la cuenta de cinco, mantenerla a la cuenta de cinco y repetirla.
- Para detener una mala imagen recurrente, puede ayudar a cerrar los ojos y visualizar esa imagen en una pantalla de televisión. Toma un respiro y cambia de canal. Visualiza una imagen positiva, o tu lugar seguro. Tome otro respiro, abra los ojos y dirija su atención a hacer una tarea. Esto puede repetirse varias veces. Usarlo regularmente aumenta su velocidad y eficacia.
- Ayuda a no proyectarse en un futuro desconocido, sino a mantener la atención centrada en el presente o en esta semana. Ayuda estar atento, concentrarse en el momento presente, ser consciente de las sensaciones en tu cuerpo, de las vistas y sonidos a tu alrededor, mientras aceptas con calma tus sentimientos. Aplicaciones como Headspace son guías útiles.
Finalmente, y de manera crucial, nuestras relaciones con la familia, amigos y colegas, y permitir que nos apoyen, es fundamental para cómo manejamos la incomodidad de estos tiempos inciertos. El amor de la familia y los amigos puede ayudar a mantenernos firmes cuando estamos agitados.
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